Pocos días antes de partir, un compañero de trabajo había
hecho la misma ruta con tan mala suerte que no vieron nada y además tuvieron
muy mala mar. Se pasaron el día vomitando y incluso el último destino (las
islas Brothers) lo suspendieron por el mal estado de la mar, haciendo así el
Salem Expres.
Con este panorama nos aventuramos pocas horas después de
celebrar mi propia boda… sí, sí! Anna y yo nos habíamos casado el día antes (26
de setiembre) y después de la celebración, bailoteo, drinking y demás, llegando
a casa sobre las 5am para estar en el aeropuerto a las 13:00, coger un vuelo a
las 15:00 de 5 horas dirección Cairo, otro de una hora dirección Hurgada y un
Autocar dirección Marsa Alam durante 3 horas más. Hay que decir, que aunque
teníamos el cuerpo del revés, esta vez el autocar como mínimo estaba mejor que la última vez que hicimos el
sur del sur, además que íbamos los 4 solos y pudimos estirarnos a nuestro
antojo (unos más que otros).
El barco, el Okanos explorer era estándar a lo que nos tiene
acostumbrados el Mar Rojo, ni más ni menos. El resto de los buceadores eran
Franceses. A priori puede parecer algo “malo” pero nada mas lejos de la
realidad, eran muy educados y no hacían nada de ruido, de hecho hacíamos bromas
al respecto ya que parecíamos que habíamos cogido el barco nosotros 4 solos ya
que pasaban muy desapercibidos. En total éramos 12 buceadores (el barco tiene
capacidad para 22) así que otro regalazo!
Normalmente las inmersiones eran en Zodiac, así que se
hacían 3 grupos, y el nuestro (los 4 sólos) era siempre el último, cosa que nos
permitía embutirnos en los neoprenos y preparar los equipos con toda la calma
del mundo.
El guía, Andrew, era local y el único guía del barco.
Siempre iba con el mismo grupo de franceses que al parecer era el que menos se
defendía bajo el agua. De todos los guías que he conocido en el Mar Rojo ha
sido el más estricto que hemos tenido hasta día de hoy, no quería que entráramos
en DECO, ni que fuéramos muy profundos, ni que nos separásemos mucho del
compañero… así que como era de esperar, nos tuvo que llamar la atención alguna
que otra vez, pero siempre lo hizo de forma correcta.
Bueno, vasta de preámbulos y vamos a lo que vamos… bajo el
mar:
Sólo voy a detallar un poco la primera sensación de saltar
al agua. El Mar Rojo nos tenía acostumbrados (o al menos a mí) a saltar y
sentir el calor del agua transparente que te acoge… pues esta vez no fue así
para mi asombro… salto y “ostras!” no la siento tan caliento como la recordaba…
y en la zona de Marsa Shona donde hicimos el check dive tampoco había la
visibilidad a que nos tiene acostumbrados este mar.
Después de este pequeño inciso sólo puedo decir que el mar
nos ha querido, y mucho. Nos lo ha dado todo: longimanus, grises, martillos,
mantas diablo y cuando creíamos que ya nos lo había dado todo aún tiene un
último regalo para nosotros el último día: el Dugongo (o Mannate). El mar sabe
que lo queremos y nos ha recompensado con creces. Todo un viaje para el
recuerdo!
Lo más brutal y más esperado, creo que hablo en nombre de todo
el grupo, el Longimanus. Small Brother, ya habíamos hecho la primera inmersión
y no lo habíamos visto. En la segunda, ya debajo el barco para subir nunca
olvidaré la cara de Joe: me mira y se pone la mano encima de la cabeza haciendo
la señal de tiburón, yo en un principio no le hago ni caso ya que creí que era
una broma a expensas de lo que me gustan esos bicho. Pero entonces veo en sus
ojo una mirada que nunca antes había visto, tenía los ojos como platos y
reflejaban miedo. Al momento supe que algo tenía a mi espalda, que no era broma
y que fuese lo que fuese había encendido una chispa de terror en los ojos de mi
amigo. Me doy la vuela y ahí está el Longimanus, a pocos metros de mí y
aproximándose para pasarme por el lado a escasos palmos.
En esa inmersión nos encontramos únicamente los 4 de la
Manada bajo el agua, ya que era el final y los últimos dos franceses que
quedaban ya estaban a punto de subir al barco. Este solitario oceánico se
recreó yendo y viniendo de uno a otro como para saber quién éramos y decirnos
“bienvenidos a mi territorio”. Creo que hablo por todos cuando digo que cada
vez que este escualo te pasa a pocos palmos de tu cuerpo sientes miedo, sientes
que estas en sus manos y poco puedes hacer… por suerte, simplemente es un
curioso y quiso venir a recibirnos como nos merecíamos!
Los dos franceses, antes de subir al barco nos ven
interactuar con “nuestro nuevo amiguito” y deciden entrar en el baile, donde
ocurrió una situación algo tensa cuando el “longi” decide curiosear a uno de
ellos que llevaba una cámara con grandes brazos para los focos. A nuestro amigo
se le enreda la aleta con dichos brazos y hace un movimiento rápido para
zafarse y se aleja. Pero no se va, vuelve a ver qué es lo que le ha
“molestado”. En cuanto esta frente al francés hace un movimiento rápido
marcando con la boca ambos brazos de la cámara y se aleja para volver a
curiosearnos. En ese momento sentimos que quizás ya va siendo hora de subir ya
que con nuestra poca experiencia con este escualo nos pareció que la situación
se ponía tensa… así que dejamos plantada a la reina del baile y finalizamos la
inmersión con gran entusiasmo por el mágico encuentro.
De los 4 viajes al mar rojo que he podido disfrutar,
este es sin duda el que más nos ha regalado, incluso una noche bien movidita
rumbo a Brothers, pero quizás también el más “movido” por las largas
navegaciones que tiene esta gran ruta BDE.Algunas fotos
Uno de nuestros muchos videos del Longimanus
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